24 junio 2009

Personajes

Mientras el sonreía y contaba chistes yo me quedaba callado, claramente la expresión de mi rostro mostraba disfrute, pero yo no me reía. Mi trabajo me prohibía estrictamente producir algún sonido y yo no estaba en posición de modificar las condiciones de mi empleo.
Cuando me sacaba el maquillaje, volvía a ser yo, volvía a hablar con la gente en vez de comunicarme sólo con gestos. Yo disfrutaba esa nueva libertad, poder volver a usar mis cuerdas vocales era una bendición, sentía que de otra manera, éstas se acostumbrarían a la falta de trabajo y perdería mi voz.
Pero con él era un caso distinto, cuando se sacaba el disfraz y el maquillaje, sólo quedaba un hombre, ya no era tan divertido y empezaban a visualizarse todos los problemas de una persona normal. Era muy deprimente verlo así, saber que ese rostro que parecía hasta en ciertos momentos inanimado, podía ser tan diferente, que tenía la capacidad de alegrar a mucha gente y de reír hasta en los momentos más trágicos.
Los meses pasaban y su tristeza aumentaba, ninguno de nosotros tenía el coraje de hablar sobre lo que él sentía, él nunca había dicho una palabra sobre el tema y decidimos que lo mejor era no intervenir.

Fueron muy raras las circunstancias en las cuales todos nos enteramos de lo que lo acomplejaba, en ese momento no entendíamos el motivo por el cual él nos reveló la causa de su pesar. Su explicación nos hizo entender dos hechos que ninguno había podido asociar: su pérdida de cabello y sus ausencias al trabajo, las cuales eran permitidas por quien nos había contratado, señor que nunca había permitido que alguien se tomase un día libre.

Sufrimos muchos ese día, algunos incluso demostraron su tristeza con lágrimas. En cambio yo no lloré, no demostré ninguna señal de debilidad y no hice comentario alguno hasta que terminó el funeral, luego me dirigí a mi casa, me saqué nuevamente el maquillaje y comencé a llorar.
No volví a hacer nuevamente mi personaje, cambié mi ropa de trabajo blanca y negra por una mucho más colorida y me refugié, tal como había hecho él, en mi personaje.

01 junio 2009

El escritor

Casi todas mis historias no fueron creadas por mí, fueron hechas para mí. Yo no las creo, no es justo decir lo contrario, soy tan sólo un intérprete. Si una historia no está escrita como debería es solo mi culpa, las ideas son presentadas frente a mí, es mi trabajo explicarlas lo mejor posible. Pero a veces, cuando leo lo que escribí, las palabras se sienten vacías, parte de su significado se perdió y de nuevo, Inconsciente me recuerda como el cuento debe ser. Así que borro parte de mi progreso e intento hacerlo otra vez.
Incluso a veces, Inconsciente toma parte de mi escritura: -corre- me dice y yo escribo lo que me acaba de susurrar. No debería ser así, se está robando mi trabajo, intenta deshacerse de mí. Sólo me pregunto cuánto tiempo más va a pasar, para que él pueda escribir por su cuenta, sin mano, sin escritor, sin tinta, únicamente palabras sin lugar donde ser escritas, las historias intactas y nadie que pueda mal interpretarlas.