21 abril 2009

El contador de historias (parte 2)

Muchas veces pasé cerca de Juan y pensé en invitarlo a una reunión en mi casa para hablar con él, pero más que nada para poder prepararle una buena comida. ¿Qué puedo decir?, yo pensaba que la compañía de los chicos no era suficiente. ¿Acaso Juan no deseaba tener comida y un hogar?, por supuesto que sí, pero cada vez que lo veía me costaba imaginarlo queriendo algo más. Pobre, ni siquiera sabía las cosas increíbles que se pueden llegar a conseguir, por eso él no parecía triste, vivía en la ignorancia. Incluso llegó un momento en que su desconocimiento de la vida, comenzó a molestarme: yo había visto mucha gente en la calle, pero todos sabían que había algo mejor, ninguno de ellos estaba alegre como él.

Así los años fueron pasando y los chicos crecieron, los más pequeños, ahora, comparten su secreto y los más grandes han perdido todo interés en las historias de él. Por supuesto, nuevos chicos han aparecido y todos se maravillan con las historias de Juan, él ya no tiene que inventar nuevas historias, sólo tiene que repetir las que ya ha contado. Ya no posee su preciado reloj, creo que la malla terminó por romperse y él lo perdió mientras caminaba; pero quién sabe, nunca hablo con Juan sobre su reloj, en verdad sólo le hablo a la noche, cuando los chicos ya no están, lo sigo ayudando como puedo, pero sigo creyendo que aún no es suficiente. En las fiestas le regalo comida e incluso lo invité en un par de ocasiones, a comer a mi casa, pero siempre se ha rehusado, así que las fiestas las paso en la plaza, sentado junto a él, comiendo lo que llevo.
Aunque pasan los años y Juan sigue conociendo nuevas personas, yo en cambio, sigo estando solo. Con la única persona que hablo es Juan, no entiendo por qué, ni siquiera en el trabajo he logrado formar una amistad.
Decido que, como mi único amigo, Juan merece una recompensa. Entro a la relojería, elijo el modelo más parecido al que había encontrado Juan, pido que lo envuelvan como regalo y con el obsequio bajo el brazo, voy a la plaza. Allí me encuentro con él, estiro mi brazo y le ofrezco el paquete, Juan hace un gesto de desaprobación. -Tómalo, en serio, es para vos- digo con el mejor tono de afecto, intentando no demostrar pena. Juan vuelve a rechazar el regalo. Decido entonces que él debe ver lo que hay dentro, retiro el envoltorio, abro la caja y dejo que Juan vea su contenido. -No es necesario, sólo necesito a los chicos, pero gracias.- responde. No comprendo su respuesta, pero lo saludo cálidamente y me voy.
A la semana siguiente todo está preparado: ya saqué mi pasaje, organicé la venta de mi casa, armé mis valijas y ya estoy en la estación. Quiero alejarme lo más posible de Juan, ya no soporto su actitud ante todo lo material. Miró el reloj de mi muñeca, el cual se suponía era el regalo para Juan, sólo faltan unos pocos minutos para que llegue el tren.
El tren llega, entro y me siento cerca de una ventanilla, poco a poco veo desaparecer la ciudad. Aún no tengo un plan, no me despedí de Juan, no presenté la renuncia en mi trabajo, tan solo me fui.
Al llegar a mi destino me dirijo al hotel más cercano, es de noche y estoy demasiado cansado para buscar otro lugar donde hospedarme. Cerca del edificio veo a un niño pidiendo monedas, pienso en Juan, saco mi billetera, tomo un billete, sin ver su valor, y se lo entrego al niño, éste sonríe, me da las gracias y se va. Abro la puerta del hotel, me dirijo al escritorio de la recepcionista, pido una habitación, subo las escaleras busco la habitación número 24, mi habitación, abro la puerta, entro, cierro la puerta y me preparo para dormir.
Al día siguiente me levanto de la cama, me baño, salgo del baño con la toalla alrededor de la cintura, busco la valija en donde había guardado mi ropa. No está. La valija quedó en el tren, en mi apuro por bajar de él, me había olvidado de ella. Me visto con la misma ropa del día anterior, salgo de mi habitación y dos minutos después estoy fuera del edificio.

6 comments:

Petrova dijo...

Pobre Juan, no lo supo entender.
Eso es lo que nos pasa cuando observamos las cosas a simple vista. Vemos los que no son.

Martín dijo...

Igual falta la tercera parte que tal vez la escribo hoy.
Así es la vida, muchas veces nos basamos en lo superficial, por ejemplo.

Petrova dijo...

quiero que escribas la 3ra parte gil ¬¬. ahora me quede con la intriga.

¿te diste cuenta tincho de que sos muy buena persona? :P jajaa.

Martín dijo...

Es que si hay mucho ruido no puedo escribir y justo ayer a mi familia se le ocurrió ver dos películas seguidas...

Realmente no se que responder a eso. Pero gracias.

Jess dijo...

ai me gusta, me gusta mucho!
cuando escribas un libro me los firmas? :F


"La única persona que extraño de mi grado... (sí, ahora todos los otros me van a querer matar, pero es verdad)
Por suerte cada tanto viene a visitarnos, pero aun tenemos pendiente volvernos a juntar todos." es verdad? *_* fue para mi?

Martín dijo...

Gracias por el halago, pero para el libro falta mucho.

Y sí, me refería a vos.

Un beso.